Escritora
argentina. Nació en 1990 en la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente reside en
Glew. Su padre le inculcó el amor por la literatura desde muy corta edad
leyéndole relatos de Asimov y George Wells. Publicó su primer relato en un
fazine de España a los diecinueve años. “Clap” es el primer relato que publica
en Argentina.
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El despertador sonó,
pero él se hallaba lejos como para apagarlo enseguida. Sé sentó sobresaltado y
vio la máquina de coser, pues había trabajado toda la noche y al parecer se
había dormido con la cabeza apoyada sobre ella. No conocía a alguien más
trabajador que él y eso lo estaba dejando sin amigos, pero no importaba, porque
le gustaba trabajar. Amaba trabajar. No existía nada más divertido que trabajar
y si nadie lo comprendía, poco le interesaba; él seguiría feliz durmiéndose
sobre su máquina todos los días de su vida. Estiró los brazos, se tronó los
dedos y caminó hacia el radio-reloj. Una vez apagado el aparato se dirigió a la
cocina para comerse un pan o algo rápido para poder tener energías para
trabajar. Le faltaba poco para terminar un tapado. Comió de forma veloz, hasta
él notaba el entusiasmo. Terminó, dio media vuelta y aplaudió.
Clap, clap. Caminó
hasta la habitación donde el animal se encontraba dormido. Sí, él era el mejor
peletero. Clap, clap. Tomando el escalpelo. Clap, clap. Clavándolo en la piel.
Clap, clap. Sangre veloz, roja roja roja, juntándose en la palangana que se
hallaba debajo. Clap, clap. Chillidos inentendibles. Clap, clap. Ataque de
risa. Clap, clap. Recibiendo una mordida. Clap, clap. Dando un golpe fuerte.
Clap, clap. Ataque de ira. Clap, clap. Tironeando con suave agilidad. Clap,
clap. Tomando lo necesario con las manos mojadas. Llevarlo y apoyarlo en la
mesa. Clap, clap. No le importaba que la piel del animal estuviera fresca,
trabajaba así aunque costara el triple coser; si la máquina no podía, él lo
realizaba a mano.
Habían pasado ya seis
horas, pero al fin cosió el último pedazo y el tapado se hallaba finalizado.
Deslizó los brazos en el sanguinolento vestuario y se dirigió al espejo del
baño. Tenía que ver esa obra de arte. Le quedaba perfecto. No pudo evitar...
Clap clap clap. Lloraba de emoción. Siempre deseó algo así, desde chico, pero
tuvo que estudiar bastante para lograrlo. Y hacer amigos. Muchos. Lo malo es
que ya casi no tenía, pero valía la pena. De repente... Clap, clap. Alguien
llamaba al portón. Clap clap clap clap... Dios que insistente... Guardó su ropa
y se vistió con algo normal. Salió presuroso a atender. Era un tipo con dos
nenes y una hermosa y suave y débil embarazada. Se les había clavado el auto en
el barro, buscaban a alguien que ayudara a empujar y un vaso de agua para la
sedosa señorita, si era posible. Los invitó a entrar porque hacía mucho calor y
lo mejor sería esperar a que bajara el sol para moverlo. Era hora de hacer
amigos. Clap, clap.
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