domingo, 22 de diciembre de 2019

"El demonio de afuera" Lola Llatas


Lola Llatas nació en Valencia. Estudió Ingeniería de Caminos y aunque hubo quién pensó que la vida técnica acabaría con su creatividad, no ha hecho más que regalarle experiencias extraordinarias.
Lola ha trabajado en Europa, India e incluso Australia. Actualmente reside en Londres con su familia, donde ha dejado de lado su carrera para dedicarse a lo que ha querido hacer siempre: escribir.
Todos sus libros, independientemente de si son infantiles, juveniles o para adultos, se rodean de un halo de misterio que es la especialidad de la autora. Disfruta creando atmósferas únicas y espeluznantes.


Comenzaba a hacer frío y nos acurrucamos al fuego, en la cocina, mi hermana y yo. Observábamos las llamas con atención, como si fuera posible descifrar su baile y saber donde crepitarían la próxima vez, pero siempre nos pillaban fuera de guardia, impredecibles.
―Acércate, Sonia ―me dijo mi abuela.
Yo me volví hacia la mesa grande en la que seguía cortando judías con los dedos ya sucios.
―¿Por qué no vas afuera, al pozo, y traes un poco de agua?
Yo la observé tan atentamente como había estado contemplando a las llamas y casi podía verlas reflejadas en su ojos.
―Abuela, que es de noche ―contesté tímidamente.
Me volví hacia mi hermana y ella me miraba con los ojos bien abiertos también. Mis padres a lo suyo, arreglando el pollo que habían matado y que nos servirían de cena.
―Sonia, ven, escúchame ―insistió mi abuela.
Y yo la hice caso porque la quería muchísimo y era el ser más bondadoso del mundo.
―¿Cuántos años tienes ya, niña? ―me preguntó.
Me senté en su regazo mientras seguía cortando las habas. Me gustaba el olor.
―Tengo cinco ―contesté.
―Yo tengo tres ―contestó mi hermana, que al parecer estaba en el fuego y en lo mío. No se le escapaba ni una.
―Entonces, cariño ―me dijo mi abuela―, ya no tienes que temer al diablo.


Yo volví la cara hacia ella y se me abrió la boca de la sorpresa, porque lo que acababa de decir era sorprendente. Cuando anochecía en mi finca, que era la finca más aislada de toda la región, el diablo siempre rondaba. Se oían sus pasos y sus mil voces, por las noches. Se escondía entre la paja del granero, eso lo sabíamos todos.
Ya no se conformaba con quitarnos los huevos o llevarse las mejores gallinas, no. Nos quería a nosotros. Nos había visto y debimos parecerle mejor que las plumas y los picos que seguro que se le atragantaban en la garganta y no los podía masticar.
Seguro que a mí me tragaba de una, sin esfuerzo.
―¿Cómo no voy a temerle, abuela? ­―le pregunté―. Es un diablo y todo lo puede. Si salgo al pozo a por agua se me comerá. Tú me has contado cientos de historias a cerca de él.
Mi abuela se echó a reír, pero yo estaba sumamente asustada. ¿Se había vuelto mi abuela loca de repente esa noche?
―Madre ―dijo la mía levantando la vista del pollo―, deja a Sonia y no le metas miedo. Ya voy a por el agua cuando acabe, que me queda nada.
―Sonia es ya una chica grande y estamos hablando de nuestras cosas ―le contestó mi abuela haciéndome un guiño.
Me gustaba tener secretos con la abuela. Era la mejor contadora de secretos del mundo, pero este era algo excepcional y no me estaba comenzando a hacer mucha gracia.
Mi abuela me habló más bajito para que mi madre no nos escuchara y a mí sus palabras me ponían los pelos de punta. Tan en tensión estábamos que mi hermana Alba se vino con nosotras, a escuchar, porque desde el fuego decía que no nos oía bien.
―Te voy a decir una cosa ―dijo mi abuela―, os voy a decir una cosa a las dos, así que escuchadme. Vosotras podéis con ese demonio. No puede haceros nada… siempre que no se lo permitáis. Eso ya lo sabéis de mis relatos, no es nada nuevo.
Soltó las habas y estiró su dedo de señalar, recto, hinchado, con los huesos de en medio más prominentes que el resto de dedo y la uña arqueada hacia adentro, negra por lo que estaba haciendo. Con él nos hizo la señal del “no”, moviéndolo de un lado al otro, hasta que nos tocó la nariz y yo no, porque yo estaba muy nerviosa, pero Alba se echó a reír.
―Pero es muy fuerte ―dije.
―El demonio de las mil voces intentará llamaros para que vayáis a él. Os propondrá mil tretas, pero no es real, está solo en vuestra cabeza, así que simplemente, si no le hacéis caso, nada malo puede pasaros.
―Abuela ―dijo Alba―, pero yo creo que sí que es real porque yo lo he escuchado gritar algunas veces.
―Pues yo no lo he escuchado nunca ―dijo la anciana―, y si lo he escuchado, no me acuerdo, porque decidí que no me haría daño, que no le prestaría atención, y ya me veis cuantos años estoy durando… pero me hago vieja, así que Sonia, ¿ayudarás a tu anciana abuela e irás a coger el agua al pozo?
Alcé la mirada. Mi madre estaba demasiado ocupada como para ofrecerse voluntaria. Ni siquiera estaba siguiendo nuestra conversación, así que como mi padre también estaba de espaldas, fue a Alba a la que miré para ver qué le parecía la idea, y ella me animó también.
―Ya  tienes cinco años ―me dijo.
Miré a la abuela, me dedicó su sonrisa más tierna y me besó en la mejilla.
Después me tendió el cazo. Yo la abracé de vuelta. Bajé de su regazo y me dirigí a la puerta. Afuera, la negrura.
Había oscurecido y solo se veía la luna redonda y brillante y el contorno plateado de los árboles y las colinas.
Cuando puse un pie en el porche, miré atrás. La abuela quedaba fuera de mi alcance pero Alba sí me miraba, y su sonrisa de ánimo se transformó en una mueca de preocupación.
El demonio de las mil voces no era real, y solo me atacaría si yo se lo permitía, así que lo único que debía hacer era no hacerle ningún caso.
Comencé a bajar los escalones del porche repitiéndome a mí misma “no tienes poder sobre mí, no tienes poder sobre mí, no tienes poder sobre mí”. Lo repetí al menos cien veces, rápidamente, mi mantra, mientras caminaba con las manos apretadas y los brazos encogidos cerca del pecho.
El pozo quedaba más adelante, solo me separaban de él unos metros, pero mis pupilas barrían el paisaje, de izquierda a derecha, rápidamente, anticipando las sombras y los movimientos.
Me latía el corazón deprisa, más que cuando hacía carreras con padre, que era el único que me quedaba por ganar.
Cuando al fin toqué la superficie fría de piedra del pozo, las manos me temblaban.
Había caminado con todo el sigilo del mundo, pero al girar la rueda para subir el cubo, fue otro cantar. Se escucharon chirridos y la despedida del balde al separarse del agua; y lo escuché entonces.
Tenía voz de hombre esta vez, que a veces, la tenía de mujer.
¿Cuántas historias me había contado la abuela acerca de las almas que se había tragado?
Yo cerré los ojos con fuerza y mientras recitaba mi mantra subía el cubo.
No se acercaría, eso lo sabía, porque no le invitaría a hacerlo. No era como las gallinas o los terneros, tan curiosos que terminaban en su barriga. Yo no iba a darle ese gusto.
Cogí el agua con el cazo y caminé de vuelta. Las luces de la cocina estaban un poco más adelante, a unos veinte metros de distancia, y dentro se adivinaba el reflejo de las llamas. Pronto me sentaría ante ellas y no recordaría este incidente más que para alardear con Alba, pero en aquellos momentos, con los gritos del demonio que me traspasaban los oídos, no podía dejar de temblar.
Cuando llegué a la cocina de nuevo, respiré tranquila.
Mi abuela me recibió sonriente.
―¿Ves como no ha pasado nada? ―me dijo recibiendo el agua y ofreciéndomela primero a mí.
Yo bebí orgullosa y la sonreí de vuelta.
No podría quitarme los gritos de aquel demonio de la cabeza durante toda la noche. Su voz, estridente, provenía del granero, ahí es donde tenía su puerta al infierno, y no dejaba de gritar:
“¡Dejadme salir! ¡Atajo de desalmados, salvajes, asesinos, sádicos… soltadme! ¡Locos! ¡Quiero volver a mi casa! ¡Tengo esposa e hijos!”  

Además de ganar algunos premios literarios y participar en diferentes antologías, Lola Llatas ha publicado las siguientes novelas:

LOS MISTERIOS DE SARA. Serie de tres libros infantiles publicados por Ediciones Diquesí. https://www.edicionesdiquesi.es/catalogo/los-misterios-de-sara/
EL OJO INSCRTO. Novela de terror juvenil publicada por Dilatando Mentes Editorial. https://dilatandomenteseditorial.com/linea-jugando-a-piratas/55-el-ojo-inscrito-de-lola-llatas.html
RELATOS INTRANQUILOS PARA VIAJEROS. Antología de relatos de terror y misterio publicados por Ediciones Vernacci

jueves, 12 de diciembre de 2019

"Bolivian Nights" Juan Cruz López Rasch


Juan Cruz López Rasch es argentino. Nació en Lanús (Provincia de Buenos Aires), en el año 1986, pero a los dos años se radicó en Santa Rosa (Provincia de La Pampa), donde actualmente reside. Tiene 33 años, está casado y tiene una hija. Afirma, con absoluta seguridad, que  a través de los ojos de su niña puede ver los confines del universo y recorrer la totalidad del tiempo. Es Profesor, Licenciado y Doctor en Historia. Se desempeña como docente e investigador en la Universidad Nacional de La Pampa. Le encanta la literatura. Entre sus escritores favoritos se encuentran Edgar Allan Poe, Robert Chambers, Franz Kafka, Howard Phillips Lovecraft, Ray Bradbury, Philip Dick, Ursula K. Le Guin, Stephen King y Thomas Ligotti.

El pueblo está completamente inundado. No es una simple foto turística, exagerada o arreglada para captar la atención del cliente. El agua alcanza el metro. En el hostel, reconstruido ahora sobre pilotes, la “chola”, como algunos la llaman, despectiva o ignorantemente, espera a los viajeros haciendo ademanes. Los jóvenes se acercan con algarabía, con la sonrisa henchida, felices por encontrarse con la naturaleza de la realidad visceral, aquella a la cual aspiran los que están aburridos de la comodidad. Con vestimentas costosas que emulan la pobreza, los muchachos y las muchachas se concentran en torno a la casona. Vienen de numerosos lugares, especialmente, de las grandes ciudades repletas de aburrimiento y sobredimensionamiento de lo obvio. Con sus cabellos largos, pañuelos de colores y barbas cuidadosamente desprolijas, traen alzadas sus mochilas. Algunos incluso transportan a sus críos, pequeños retoños que, con el hartazgo de lo excesivamente correcto de lo incorrecto, en el futuro soñarán con transformarse en la nueva burguesía. La mujer los recibe a todos. Los ve cansados, con los músculos entumecidos por la excesiva caminata. No comprende por qué hacer a pie ese camino, tampoco entiende la gracia de romantizar la pobreza. Es más inteligente que ellos, mucho más. Cobra un alquiler que los que están de vacaciones todo el año consideran regalado. Toma el dinero y ofrece secar los pulóveres de lana. Se sorprende al contemplar cómo la imperiosidad del look contradice las necesidades prácticas del movimiento en una zona inundada. A lo lejos, la mujer mira y respira profundamente. Las cisternas de las plantas nucleares se alzan en la lontananza, orgullo de un país cuyas fuerzas productivas contienen el vigor de la historia.
O. llega a la posada. Mientras bebe café, conversa con la magnífica anfitriona. “El agua llegó hace quince años. Hasta enero del 2023 ni siquiera teníamos nuestras propias costas, y ahora…toma aire, mientras hace un movimiento con la mano izquierda, señalando la realidad que la rodea y, con una pequeña sonrisa irónica, prosigue ahora, hasta podríamos hacer playas. Así contesta la anfitriona frente a una pregunta exageradamente rebuscada que dibuja el inquisitivo joven. Lo curioso continúa ella, casi sin reparar en la presencia del forastero es que se trata de agua de mar. O. le recuerda que el país vecino quedó prácticamente sepultado bajo el océano, y se pregunta por el motivo del desastre, un misterio que aún no se ha resuelto. La mujer alza la cabeza, toma un vaso y, sacando de ella una enorme empanada de queso, dice: “Como todo en este mundo, el agua tiene vida. Cuando algo peligroso toma fuerza, ella corre y huye del desastre, como la haríamos nosotros”. Pragmática en todo momento, no necesita más palabras. Las nuevas preguntas de O. le resbalan, como las gotas que caen sobre la comida que la mujer degusta con parsimonia acabada.
Después de la siesta, O. se siente extrañado. Mirándose en el espejo del baño aprecia su delicada barba de rebelde contemporáneo. Concentra su atención sobre cada uno de los pelos que la forman. Cae entonces dentro de un universo mental que él mismo ha construido en los infinitos laberintos de las facultades de humanidades. Por supuesto que otros factores han colaborado en la confección de semejantes espacios siderales. Cuando reacciona, sale de la casa. En bote, durante el atardecer, llega a la ciudad. Camina vertiginosamente por calles estrechas, perpendiculares, que desafían la geometría, inclinándose y proyectándose hacia el infinito. Toma uno de los pasajes y deambula mientras se asoma la noche. Entre comida callejera, bebidas autóctonas y música, llega a la elevación más acusada de la urbe. Allí masca un poco de coca para calmar el letargo que le producen las alturas. Desde ese sitio observa el nuevo mar, el cual apareció hace década y media. Abyecto frente al movimiento zigzagueante del agua, descubre en el oleaje los ritmos del sistema lunar.


En algún momento, el agua parece detenerse y queda estancada como en una bañera. Desde las profundidades emerge algo. Una figura escamosa se alza. Con ojos rojos como el fuego, aletas de murciélago y tentáculos en la boca, la bestia observa todo, pero O. cree que dirige su mirada hacia él. Es más, cuando la bestia avanza con fijeza, lenta, pero decididamente, O. cree que va hacia su encuentro. Así son los egocéntricos, no pierden su modo de ver las cosas ni cuando el apocalipsis se cierne sobre la vida de los terrícolas. Las multitudes corren por las calles, la comida queda tirada en el piso, y el monstruo, que parece una montaña, sigue con su marcha. Lo rodea una copiosa niebla y un aura inexplicable. Las personas que observan podrían jurar que, literalmente, el cielo se derrumba mientras esa cosa camina. El agua, impulsada por el peso y el andar de ese ente ciclópeo, corre con una velocidad estrepitosa y llega hasta la calle elevada. A miles de kilómetros, en el cementerio de Swan Point, un cadáver sonríe.
No es como en el anime japonés. No se trata, simplemente, del deambular de un animal gigantesco. Es un dios, ajeno a toda naturaleza terrícola, despreocupado por cualquier noción del bien y del mal. Quiere sepultar a este mundo, que ahora considera suyo, en un espiral de miedo y locura o, mejor dicho, de lo que nosotros pensamos que es el miedo y la locura. Para aquellos seres que están más allá de nuestra imaginación, del racionalismo cartesiano o del giro posmodernista, la insania no es clara, ni precisa, tampoco mesurable, o repudiable.
Luego de un rato, hipnotizado por el estrepitoso y nigromántico movimiento de las nubes, el andar oscilante del mar y la niebla, y los indescriptibles sonidos del engendro, O. vuelve en sí. Termina, junto con cientos de personas, a las puertas de un banco, es decir, a las puertas del infierno. La propiedad privada y las finanzas pretenden sobrellevar el colapso de la humanidad, pero no pueden. Los guardias de seguridad, tal vez por miedo, resignación o presión popular, terminan por abrir las compuertas, y alojar a muchas de las personas dentro de las murallas de una institución que, desde el punto de vista de Bertolt Brecht, se especializa en el latrocinio.
La monumental figura, que se mueve con una parsimonia absoluta, recibe los primeros embates de la fuerza aérea nacional. Países vecinos dudan en apoyar la embestida. Los empresarios, que son los que verdaderamente toman las decisiones, conjeturan que la destrucción de la pujante economía incrementará el ejército industrial de reserva a nivel mundial. El conflicto se extiende. El engendro, que parece traído del averno, logra regenerarse, una y otra vez. Los aviadores atacan a la bestia. Los embates la obligan a dirigirse hacia el área en la cual se encuentran las centrales nucleares. El monstruo, arrebatado de lo que nosotros identificaríamos como ira, y decidido a devorar todo lo que encuentra a su paso, engulle una de las plantas nucleares. El cataclismo es absoluto. La criatura muere, porque ni siquiera los horrores del universo pueden contra la artificialidad de los seres humanos, pero el invierno nuclear ha comenzado.
O., parapetado, habiéndose cobijado oportunamente en la bóveda del banco, sobrevive. Cuando sale, ve lo que queda del Leviatán, sumergido en un lago de fuego y azufre, palideciendo frente a los humos radioactivos que le imposibilitan recomponer las partes de su cuerpo. O. traza explicaciones complejas de lo ocurrido, convencido que sus estudios de posgrado son más relevantes que la geopolítica mundial, o la relación entre armamento y crecimiento industrial que manifiesta la potencia latinoamericana. La pequeña gran nación, una de las herederas de un imperio que abarcaba las cuatro regiones de su mundo, ha erradicado a la creación más alucinante de las mentes que se encuentran al otro lado del Ecuador. O. decide permanecer en el país, puntualmente, en la casona, o lo poco que queda de ella. Lo dinamiza la solidaridad artificial construida entre múltiples adoradores de la catástrofe. Los habitantes no lo necesitan, pero él insiste. Genera más inconvenientes y trabajo que ayuda, pero los locales valoran su sincera predisposición para la cooperación, especialmente si ella le permite granjearse alguna reputación en los círculos intelectuales de su tierra natal. Pasados unos meses, O. observa cómo los jóvenes aburridos reafirman su modalidad de turismo, visitando la urbe con siniestra algarabía, en trajes de polipropileno amarillo.
Santa Rosa, 20 de agosto de 2019
Providence, 20 de agosto de 1890


lunes, 9 de diciembre de 2019

Nexus - 6 Relatos replicantes


En homenaje al universo de Philip K. Dick y su inspiración objeto de culto: Blade Runner (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?).
De Santa fe (Argentina) para el mundo.  Con ustedes: Nexus – 6
¿Te lo vas a perder? Descarga gratuita.

Descárgalo haciendo click en el siguiente enlace: http://bit.ly/2YD2mJ5



martes, 3 de diciembre de 2019

Editorial "Amar en Tiempos del Fin"


Número Especial Amar en Tiempos Del Fin

Editorial

Dicen que la historia se escribe para no cometer los errores del pasado. Yo afirmo que la literatura existe para evitar los errores del futuro. Cuando George Orwell escribió "1984", cuando Aldous Huxley escribió "Un Mundo Feliz" o cuando Yevgueni Zamiatin hizo lo propio con "Nosotros" no estaban denunciando el mundo en el que vivían, estaban anunciando y denunciando un mundo por venir. En ese anuncio - denuncia de un futuro posible nos convocan a hacer algo para detener el rumbo de la historia y corregirlo. Pero poco hicimos al respecto. En los años 80 Margaret Atwood nos alertaba sobre los peligros de mezclar la religión y la política en un mundo aterrador al que llamó República de Gilead en su novela "El cuento de la criada". Críticos y analistas vieron en la novela de Atwood el temor a la instauración de regímenes teocráticos ante al avance del fundamentalismo islámico. Sin embargo pasaron cuatro décadas y el islamismo no se hizo con ningún gobierno de occidente. No podemos decir lo mismo del fudamentalismo cristiano. Finalizando la segunda década del siglo veintiuno en Latinoamérica se dan golpes de Estado en el nombre de Cristo. Quizás sea tiempo de desempolvar a Carl Schmitt y meditar sobre su sentencia “Todos los conceptos centrales de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados”. Mientras los escritores malditos nos ayudan cada noche a encerrar al diablo en su botella, los seguidores de las sagradas escrituras la destapan cada mañana irradiando el terror por la faz de la Tierra. El occidente civilizado y cristiano está construyendo un mundo en donde el terror comienza a naturalizarse. Sea como sea no existe escenario de la humanidad en donde no florezca el amor. El hombre es un forjador de belleza y un amante por naturaleza. Aún en las peores guerras, cuando el Hombre deja de alimentarse adecuadamente, cuando deja de construir un futuro al perder su empleo, aun cuando pareciera dejar de soñar, no puede dejar de amar. Es condición sine qua non para “ser humano”. 

Quisimos en esta antolología reflejar el amor en los tiempos del fin. Para millones de hombres y mujeres sobre esta tierra ese tiempo ya comenzó. Para otros es una tormenta que se forma lentamente en el horizonte sin que nosotros podamos hacer mucho para detenerla.
Esperamos que disfruten de estos maravillosos relatos. Felicitaciones a cada uno de los escritores. Nuestro agradecimiento a cada uno de nuestros lectores y lectoras. Sin ellos Cruz Diablo no tendría razón de ser.

                                                                            Rogelio Oscar Retuerto

Link de descarga: http://bit.ly/35TuD0n

lunes, 2 de diciembre de 2019

Amar en Tiempos del Fin PDF


Amar en Tiempos del Fin
Ya puedes descargar el número especial de Cruz Diablo dedicado al amor en los tiempos del fin. Agradecemos a cada uno de los escritores y a cada una de las escritoras que hicieron posible esta obra.
Puedes descargarlo haciendo click aquí: http://bit.ly/35TuD0n