Aquella mañana, Adriana Delgado recibió
una nota de Trevor Phillips, el dueño de la mansión en donde se sucedieron los
hechos que me dispongo a narrar. La nota decía: “He recibido su carta de
recomendación laboral. Me gustaría concertar una entrevista para el cargo de
ama de llaves”. Adriana sonrío con la carta en sus manos, apretó la misiva
contra su pecho y pensó en la posibilidad de acceder a un trabajo decente
después de años de miseria.
A
la mañana siguiente Adriana llegó a la mansión cuando aún era temprano. Trevor
la recibió junto a sus sirvientes en la puerta de la mansión. Se mostraron muy
amables. A Adriana la gustó la primera impresión. Entraron y se dirigieron al
estudio de Trevor. Se trataba de un ambiente oscuro, frío y desagradable. Luego
de la entrevista Trevor se dirigió a la sala a hablar con sus sirvientes. Luego
regresó al estudio y la comunicó a Adriana que el cargo era suyo y que podía
empezar de inmediato. Ese día transcurrió sin mayores problemas
A
la mañana siguiente, mientras estaba aún en su cuarta, Ariana sintió golpes
debajo de la cama, como si hubiese alguien debajo del suelo. Se levantó de
inmediato y se dirigió al estudio de Trevor para decirle que se escuchaban
golpes debajo de su habitación. Trevor le dijo que seguramente era Grady que
estaba limpiando la caldera, que no se preocupara. Adriana regresó a su
habitación y creyó escuchar gemidos entre los golpes. Se dirigió una vez más al
estudio de Trevor. Antes de ingresar, escuchó que Trevor discutía con alguien.
Adriana miró por el ojo de la cerradura y alcanzó a ver que la biblioteca del
estudio se cerraba a modo de puerta.
Adriana
no vio a Trevor en todo el día y no pudo dejar de pensar en qué habría detrás
de la biblioteca. La intriga pudo más que ella y al atardecer fue a investigar
qué había detrás del estudio.
Cuando llegó al lugar se aseguró que no
hubiera nadie observando. Ingresó al estudio y se dirigió directo a la
biblioteca. Comenzó a sacar una hilera de libros y, por el espacio que quedaba
abierto, vio un pasillo en donde se alcanzaba a ver varias puertas, parecido a
los pasillos de los hospitales. Adriana siguió moviendo los libros hasta que la
biblioteca se abrió dejando el paso despejado. Adriana se adentró algunos
metros por el pasillo y el temor la paralizó: se respiraba un aire de muerte.
Regresó rápidamente a su cuarto. Esa noche no pudo dormir.
A
la mañana siguiente pidió permiso a Trevor para ir a llevar una carta a la
oficina de correos para avisarla a su madre sobre el trabajo conseguido. Cuando
llegó al pueblo fue directo a la oficina del comisario. El comisario la escuchó
detenidamente y le dijo que le iba a presentar a los investigadores que se iban
a encargar del caso. El comisario levantó el teléfono y llamó a Holmes para
pedirle que se presente. Holmes llegó cinco minutos más tarde junto con su
ayudante Watson. Tomaron nota de todo lo que relató Adriana. Luego de contarlo
todo, Holmes cerró su libreta y la guardó en el bolsillo del saco. Adriana le
preguntó si no pensaba hacer nada. Holmes le dijo que estarían atentos, pero
que no podían hacer nada con los elementos que ella aportaba, que se quede
tranquila y regrese a su trabajo, que podía tratarse del cansancio por el
viaje. Luego Holmes le entregó una tarjeta con el número de su oficina. Le
pidió que si sabía de algo más se lo comunique.
A
la mañana siguiente Adriana se despertó nuevamente con los golpes debajo de su
cama. Salió de su habitación y notó la casa vacía. Se dirigió al estudio y
golpeó la puerta, nadie contestó. Miró por el ojo de la cerradura y no vio a
nadie. Ingresó y fue hasta la biblioteca. Se tomo los hombros por el frío.
Corrió los libros y le biblioteca se abrió. Ingresó por el pasillo oscuro y
detuvo delante de una de las puertas. Era una puerta metálica con una manija
grande al estilo de una palanca. Movió la palanca y la puerta se abrió. Se
encontró frente a unos estantes metálicos vacíos. Adriana cerró la puerta y
abrió la siguiente luego la otra. Al abrir la tercera puerta Adriana dio un
salto hacia atrás. En una de las bandejas había un cadáver. Adriana se dio
cuenta que aquel lugar era un cámara de frío. Por eso el estudio de Trevor era
un lugar tan frío. Quiso irse, pero
escuchó de nuevo los golpes y los gemidos que se escuchaban desde su
habitación. Provenían del final del pasillo. Adriana caminó hasta el fondo tomándose
los hombros por el frío. Vio un trapo tirado en al pasillo, antes de la última
puerta. Lo levantó y vio que se trataba de un par de guantes blancos manchados
de sangre. Era del tipo de los guantes que usaban las amas de llaves, idénticos
a los que le habían dado a ella junto a su uniforme. Adriana dejó caer los
guantes y se quedó mirando la puerta
desde dónde provenían los golpes y los gemidos. Se acercó muy despacio y al
llegar a la puerta miró hacia adentro. Era una habitación oscura en las que se
encontraban dos chicas desnudas y escuálidas atadas con cadenas. Una de ellas
se acercó velozmente en cuatro patas como si fuese un perro y le gruñó
mostrando sus dientes. Adriana salió corriendo y se tropezó con una cadena que
se encontraba en el pasillo. Calló boca a bajo a los pies de Trevor. Cuando se
levantó vio a Holmes y Watson a mitad del pasillo. Corrió hacia ellos y se
abrazó al cuerpo de Holmes. Quiso decirle que había mujeres en la habitación,
pero la voz le temblaba. Holmes entendió. La miró y le dijo:
–No
te preocupes. Todas ellas fueron amas de llaves.
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