Cecilia
P. Sandoval nació el 6 de octubre de 1998 en Campana, Buenos Aires. Apredió a
leer a los cuatro años de edad y desde entonces no ha parado de leer. También
comenzó a escribir a muy temprana edad. Dice la autora: “Para mí el título de “Escritor/a” es un honor que se
atribuye a personas con la especial capacidad de transformar nuestras mentes y
mundos con la palabra escrita, de lograr que luego de leerlos, sus ideas se
conviertan en parte de nosotros y nos inspiren, en mi caso el que ha logrado eso fue
Robert Louis Stevenson con “El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”,es
uno de los libros que inmediatamente salta a mi mente a la hora de pensar en
mis favoritos, la idea de que un ser humano sea como una moneda con dos caras
completamente opuestas como lo es el señor Hyde, maligno y horroroso, y El
doctor Jekyll, tan amable y buen amigo, me parece fascinante e inspiradora a la
hora de mirar y comprender a los demás.
Cuando escribo
apunto a eso, a inspirar a otras personas queriendo que abran sus mentes a la
vez que yo abro mi corazón con la escritura. Mi sueño es, alguna vez, tener el
honor de ser llamada “Escritora” Sus primeros escritos solo fueron enseñados a
sus padres y amigos. Este es su primer relato publicado.
¿Qué
harías si tuvieras cinco oportunidades para salvar tu vida? ¿Te alcanzaría con
una?
Este lugar es totalmente negro, pero
extrañamente puedo ver mi reflejo en las paredes, en el suelo y en el techo. Mi
imagen se repite una y otra vez. Mi mente da vueltas ¿Por qué estoy aquí?
¿Quién me trajo aquí?
Lo último que recuerdo es que fui al
centro comercial a encontrarme con Dalila, mi novia, bueno…ex novia. Para eso
fue el encuentro. Necesitaba distanciarme de ella. Necesitaba distanciarme de
todo. Mi querida madre no lo entendió eso cuando se lo dije y me encargó a Sol,
mi hermanita de ocho años, ella no tenía la culpa, pero igual estaba enojado y
como ella había insistido tanto en acompañarme, servía como canal de descarga.
La llevé conmigo. En cuanto entramos ella quería ir a la fuente de lo deseos, ese
lugar en el que todos tiran dinero inútilmente por deseos que no se cumplirán.
Le dije que vaya, que yo la buscaría en un rato.
De acuerdo, hasta ahí todo estaba bien,
luego me encontré con Lila. Su apodo es más lindo que su nombre, eso pienso yo
al menos. Ella llevaba su cabello suelto. Sus rizos marrón oscuro se movían a
cada paso y sus ojos brillaron cuando me vieron. En ese momento me sentí
culpable de lo que iba a hacer, pero necesitaba distanciarme de todos, o eso
creía, para poder superar el dolor que me llenaba.
Hablamos. Le expliqué que no era su
culpa, pero ella igualmente lloró, dijo que lo sentía, que cambiaría lo hiciera
mal. Ella no entendía que esto le haría bien, me iba a ir de todos modos muy
pronto. Ella podría estar con quien quisiera, alguien que la mereciera.
Luego ella se fue corriendo. Intente
alcanzarla, pero en cuanto atravesé la puerta del centro comercial todo se puso
negro y aparecí aquí. No sé cuánto tiempo llevo en este lugar, podrían haber
sido minutos, horas, no lo sé.
¿Alguien me secuestró? Si así fuera,
erraron el tiro, mi familia tiene más agujeros económicos que un colador. Les
grité eso, pero nadie contesto, solo se escuchó mi eco, que repetía mi grito
una vez tras otra.
En este momento, solo me viene a la
mente la imagen de Lila llorando. Odiaba verla llorar, así fue como nos
conocimos. Yo la encontré llorando en los pasillos vacíos de la escuela luego
de que todos se fueran. Yo me había atrasado por eso seguía allí. No lo planee,
fue casualidad, pero ame esa casualidad. Su ex novio la había dejado por otra.
El desgraciado no espero ni un par de días para mostrarse con su nueva pareja.
Lo molí a golpes. Somos novios desde entonces, bueno no exactamente, tuve que
esperar como un mes hasta que ella aceptara ser mi novia, pero fuimos amigos
ese tiempo.
No puedo quitar de mi cabeza la imagen
de ella llorando. Sus lágrimas cayendo por sus mejillas mientras me ruega por
otra oportunidad, me siento como reverendo hijo de puta por causarle ese dolor,
pero un día ella mirara para atrás y agradecerá al cielo por mi decisión. Yo me
estoy hundiendo y no quiero arrastrarla, ella merece algo más.
No sé por qué levanto la vista, pero lo
hago y me encuentro con un hombre vestido completamente de blanco, hasta sus
ojos y cabello son blancos. Contrasta tanto con el lugar tan oscuro, pero de
alguna manera también se complementan.
Me está mirando
“¿Él fue quien
me trajo aquí?”
–Exacto –dice
“¿Escuchó mi
pregunta”
–Si lo hice.
“Quién es usted”
–Eso no importa.
–Claro que importa. ¿Por qué estoy aquí?
–pregunto.
(Preguntar con la mente se siente
extraño)
–Por qué te elegí.
–¿Elegirme para qué?
–Para la vida.
–De acuerdo…
“a este viejo ya
se le pasó la hora”
Él sonríe, y entonces recuerdo que él
puede escucharme.
–Bien, si me eligió para vivir,
entonces… non
–Yo no dije eso –interrumpe–. Dije que
te elegí para la vida. No dije que fuera la tuya.
–¿Quiere darle mi vida a alguien más?
–Tampoco dije eso.
–¿Entonces, qué fue lo que dijo?
–Que te elegí para la vida
“¡Viejo maldito”
–Eso ya lo escuché.
Intento refrenar mi impaciencia, esto
es tan frustrante.
–¿Entonces, para que preguntás?
“¿Habla en
serio?”
Lo miro y veo que está sonriendo.
–De acuerdo, ya se divirtió, ahora
¿podría darme alguna respuesta? –pregunto, con fingida calma.
–Te daré algunas oportunidades para
salvar tu vida. Cinco para ser exactos.
–¡¿Qué?!
Instintivamente me alejo de él. Esto no
puede estar pasando.
–¿Va a matarme?
–Acabo de decirte que te daré cinco
oportunidades para que vivas –contesta, impertérrito.
–¿Y qué se supone que tengo que hacer?
–Evitar que tus errores se cobren una
vida.
–¿La mía?
–Tal vez.
–¿Podría ser más específico?
–Estoy siendo específico.
Me paso las manos por la cara
totalmente exasperado.
–No entiendo ¿Qué error tengo que
remediar?
–Eso es lo que tenés que descubrir.
–De acuerdo.
–¿Estás listo?
–No… pero da igual
Él sonríe y desaparece. En un parpadeo
la habitación negra se comienza a achicar cada vez más. Me desespero, soy
claustrofóbico, me da mucho miedo el encierro. Las paredes me aprietan, me hago
una pelota, me presionan tanto que me
empieza a faltar el aire. Cuando pienso que voy a morir, todo lo que me
presiona desaparece. Una luz cegadora me rodea y hay mucho ruido, alguien está
apretando mi brazo, bastante fuerte. Parpadeo y me doy cuenta de que la luz es
el sol, que el ruido son las personas en la calles, y quien está apretando mi
brazo es Soledad, mi hermana.
–¿Estás bien? –pregunta.
Aquí rodeado de todas estas personas
siento como si hubiera despertado de un sueño. Alguien me choca y mi enojo
aparece.
–¿Por qué no te fijás?- le grito.
Me doy cuenta de que es una chica, creo
que la recuerdo de la escuela, es un ratón de biblioteca. Ella me mira, creo
que susurra un “perdoname” y luego desaparece.
Sol aprieta cada vez más mi brazo.
–Vamos, quiero ir a la fuente.
–Está bien.
Entramos y en la puerta me despido de
ella, le digo que la voy a buscar más tarde. Tengo
esa fuerte sensación de que ya he hecho esto antes, pero entonces veo a Lila
sentada en uno de los bancos, en ese jardín sintético, se ve tan linda, empiezo
a acercarme, me duele el corazón por lo que voy a hacer, pero esto es por ella,
ella será más feliz sin mí.
Ella voltea y sus ojos brillan como
siempre lo hacen cuando me mira. Casi me acobardo, pero no puedo ser egoísta,
no con ella.
–Hola, amor –dice ella mientras me
abraza. Me permito abrazarla una vez más–. ¿Estás bien? –pregunta, cuando ve mi expresión
triste.
–Tenemos que hablar –le digo.
–Ok, ¿Qué pasa?
Cuando estoy a punto de hablar, veo una
figura blanca detrás de ella y oigo una voz.
“Solo
Cinco oportunidades”. Susurra.
Me estremezco, creí que había sido una
especie de mal sueño o algo parecido, cuando parpadeo ya no está.
–¿Max, estás bien? Me estas
preocupando.
Miro para todas partes, solo hay gente
normal haciendo cosas normales, nada extraño.
Me concentro.
–Lila, yo…yo no puedo seguir con esto
–digo casi sin aliento. Su expresión se endurece.
–¿Qué? –susurra bajito.
Me duele decírselo.
–Quiero
que terminemos…
–¿Por qué?
Las lágrimas caen de sus ojos, odio que
llore, sus hermosos ojos se nublan.
–¿Fue algo que hice? –pregunta.
–No, no. Vos no hiciste nada mal solo…
es que necesito alejarme de todo.
–Y también de mí.
No es una pregunta, lo está afirmando.
No le contesto, dejo que el silencio se
haga cargo.
–Sos igual a Anthony –dice,
comparándome con el idiota que la hizo sufrir tanto. Sus palabras me hieren
tanto, siento que un cuchillo se me clava en el pecho. Me llevo la mano ahí y
siento algo húmedo, cuando miro mi mano, está roja.
Lila se va corriendo. Cuando me doy
cuenta, ya me lleva ventaja. Intento perseguirla pero es muy rápida. Alcanza
las puertas y sale. Antes de que yo pueda salir ella cruza la calle y veo como
un auto la atropella.
–¡NO! –grito y corro hacia ella, pero
en el momento en el que cruzo las puertas, siento como todo da vueltas, todos
mis sentidos se apagan y siento como algo me arrastra hacia abajo.
Cuando abro los ojos estoy de vuelta en
ese cuarto oscuro en el que desperté. Los recuerdos me inundan: Lila llorando
de nuevo, sangre en mi pecho, un auto que la atropella, la sensación de pánico
que me rodeó en ese momento. Toco mi pecho y siento la sangre seca en la tela,
¿Cuánto tiempo paso? Cuando levanto la camiseta para ver, es un corte muy
reciente, aunque no ya no sangra, tampoco duele. Tiene como diez centímetros de
largo y es algo profundo.
–Eso fue patético –dice una voz.
Me incorporo y veo al anciano de la
primera vez, está mirándome, pero hay algo diferente en él, ya no es blanco, en
realidad su ropa, sus ojos, todo es de un gris pálido.
–¿Ella esta…? –no puedo terminar la
frase. Tengo miedo de la respuesta.
–Depende –contesta él.
–¿Depende de qué?
–De tus decisiones.
Acá vamos de
vuelta
–¿Ella está viva o muerta?
–Si lo lográs ella va a vivir.
–¿lograr encontrar mi error?
–¡Exacto!
–Bueno… ¿Podrás darme alguna pista?
–¿Sobre qué?
–Dios… ¡sobre lo que estoy haciendo mal!
–No, eso tenés que hacerlo solo.
Al menos es una
respuesta clara
–Te sugiero que pensés bien y luego,
cuando encontrés lo que hiciste mal, te voy a mandar de vuelta.
–Sé lo que estoy haciendo mal… Estoy
lastimando a Lila, pero es mejor así. Ella me lo va a agradecer algún día.
–¿Te va a agradecer que la hayas hecho
sufrir? –dice arqueando su ceja.
–Que la haya dejado ir antes de… Que la
haya dejado. Punto.
–¿Antes de qué?
–Antes de que sea demasiado tarde –contesto
displicente.
–¿Entonces, estás seguro?
–Esperá ¿Qué es esto? –pregunto,
levantando la remera, dejando a la vista un pequeño corte.
–Te lo dije, tus errores se cobraran
una vida, los errores que cometemos muchas veces lastiman a los demás.
–Lastimé a Lila, entonces vos me
cortaste el pecho –intento razonar en voz alta.
–Ese corte no es por Lila.
–¿Qué? ¿Entonces por qué lo tengo?
El levanta las manos y se las examina
como su fuera la cosa más interesante del mundo. Yo me examino las piernas y
los brazos. En el brazo izquierdo tengo otro corte, no me había dado cuenta de
que estaba allí, está en carne viva. Me da algo de impresión mirarlo, me bajo
la manga de la camiseta para taparlo. En el otro brazo tengo otro corte, es del
mismo tamaño que el del otro brazo y más chico que el del pecho. Este corte
tiene unos tres centímetros, también es reciente, pero al igual que los otros
dos, no siento nada. Él se sigue mirando las uñas y en un momento frunce el
ceño.
–No tenés mucho tiempo –dice con
cansancio en su voz– ¿Estás listo?
–Esperá. Si este corte no es por lila
¿Entonces por quién es?
Se encoje de hombros.
–Recordá que solo te quedan cuatro
oportunidades, tenés que estar seguro de que lo sabés.
–¿No es eso?
–¿Vos qué crees?
–Está bien, dejá –digo, enojado–. Mándame de vuelta.
Él desaparece y, entonces, aparece agua
en el suelo, empieza a subir, cada vez más. No entiendo por qué hace esto ¿No
puede hacer que aparezca allí sin todo este sufrimiento? El agua me llega al
pecho, es entonces cuando me doy cuenta de que el techo ha bajado. Si levanto la
mano puedo tocarlo. El techo ya no baja, pero el agua no se detiene. Respiró
profundo y me tapa por completo. Bajo el agua espero a que me mande, pero no
pasa nada. Espero y espero, hasta que empiezo a necesitar respirar. Mis
pulmones arden por aire, entonces comienzan las arcadas. Trago agua, la
sensación es horrible. Cuando creo que me voy, todo desaparece de vuelta. Estoy
de nuevo en la calle, estoy seco, pero jadeando. Todavía puedo sentir el gusto
salado del agua en mi boca.
–¿Max?
Sol está mirándome, algo preocupada, la
luz del sol hace que le brille el cabello de un refulgente dorado, igual que
sus ojos. Mi madre estuvo bien al ponerle el nombre. Alguien me choca y es esa
chica de nuevo.
–¿Sos ciega o qué? –le grito. Ella se
da vuelta y de nuevo susurra un “pedoná”. Después desaparece.
Me incorporo y cuando mi respiración se
normaliza ella pregunta:
–¿Vamos?
–Sí.
Acá vamos de
nuevo.
Me despido de ella en la puerta y le digo que la voy a buscar después. Siento
como si recitara un diálogo una y otra vez.
De nuevo Lila está sentada en esa
imitación de un jardín, y me está mirando sonriente.
Bueno. Haremos
las cosas diferentes.
–Hola, amordi –dice cuando me abraza,
esta vez la abrazo de vuelta.
Cuando se separa de mi cuerpo, la beso
con ternura, intentando apartar la imagen de ella llorando, o en la que ella es
atropellada por un auto.
–¿Cómo estás? –le pregunto.
–Ahora que estás acá, mejor –dice ella.
–Sos tan hermo…
No puedo terminar la frase porque
alguien vuelve a chocarme, cuando me doy vuelta veo que es la misma chica de la
entrada.
–¿En serio? ¿Cuántas veces vas a
chocarme?
–Yo…yo… No… no te vi –tartamudea,
empieza a llorar, y entonces me fijo que tiene un par de anteojos en la mano,
el vidrio está astillado. Sale corriendo antes de que pueda disculparme por ser
un idiota.
–¡Esperá! –le grito–. Ya vuelvo –le
digo a lila, que se ve perdida. No entiende lo que pasa
(Bienvenida al
club)
Persigo a la chica, que corre a lo lejos,
se choca a todo el mundo, pero llega hasta las puertas de vidrio, las abre y
corre directamente hacia la calle
(No, no otra vez)
–¡Esperá! ¡No vayás a la calle! –grito
mientras abro las puertas, pero es inútil, un colectivo la atropella y yo soy
arrastrado una vez más por el vórtice oscuro.
Me despierto jadeando, el cuarto oscuro
ya me es familiar, lo cual es
perturbador. Me palpo el cuerpo en busca de nuevas heridas, peor tengo las
mismas tres que antes, la del brazo izquierdo cicatrizó, pero la del brazo
derecho está más profunda. Una sanó y la otra se profundizo.
No lastimé a Lila. La herida izquierda
sanó, pero le grite a esa chica y la de la derecha se profundizó. Bien, hay una
relación ¿pero qué hay de la del pecho? Me toco la remera y está mojada, está sangrando
pero no siento nada. Levanto la tela para ver, la herida se agrandó.
Rememoro, no hay nadie más a quien le
haya hecho daño.
–¿Estás seguro? –dice el anciano,
interrumpiendo mis pensamientos que él también puede escuchar.
Su ropa está más gris que antes, lo
mismo su cabello, y sus ojos son de un penetrante gris acero. Se lo ve más
cansado y algo más viejo. No entiendo por qué.
–¿Estás seguro? –repite.
–No hay nadie más al que le haya hecho
daño –digo molesto y confundido, también algo mareado.
–Si vos lo decís.
–Está bien, fui una porquería con esa
chica, tenés razón. Mándame de nuevo, lo voy a remediar.
–Si vos lo decís –Repite, inexpresivo.
–¡Esperá! –le digo de pronto,
recordando– ¿Por qué cada vez que me mandás es con una muerte horrible?
–Vivir incluye siempre una cuota de
dolor.
–Pero yo estoy vivo.
Él no contesta.
–¿Entonces, estoy muerto?
–Eso no fue lo que yo dije.
–¿Podés darme una respuesta clara?
El mira hacia arriba mientras suspira.
–¿Qué querés saber?
–¿Por qué estoy acá?
–Porque alguien me lo pidió.
Su mirada se encuentra con la mía, pero
no hay ninguna emoción en ella.
–¿Quién?
–Esas ya son dos preguntas.
–Ah, vamos...Por favor.
–Es alguien que se preocupa por vos.
–Alguien que me quiere muerto….esto no
es justo. ¿Por qué me sometés a esta tortura?
–¡¿Qué no es justo?! –por primera vez
veo que está enojado–. ¡La mayoría de las personas no tienen ninguna opción
para elegir cuando tienen que morir! ¡Yo te di cinco oportunidades para
salvarte! ¡Y decís que no es justo!
–¿Y con qué derecho me das cinco
oportunidades para “salvarme”? –digo enojado– ¿Quién sos vos?
–¿Quién crees que soy? –dice
recuperando su expresión impávida.
–¿La muerte?
–Tal vez lo sea –contesta y desaparece.
Una especie de púas comienzan a salir
de las paredes y se acercan cada vez
más.
¡Ay! ¡No!
El dolor es agudo cuando varias púas se
clavan en mi cuerpo. El dolor es insoportable, pero, como sucedió en las otras
veces, solo me transporto cuando estoy casi en el borde del precipicio.
La luz del sol me pega de nuevo en la
cara. Mi ropa esta como nueva, nada de sangre o roturas.
Sol aprieta mi brazo. Las personas
pasan. Alguien me choca.
Acá vamos
–Sol, andá a la fuente. Te encuentro ahí
más tarde.
Ella asiente y sale corriendo. Me
acerco a la chica nerd y le toco el hombro. Ella se sobresalta y se da vuelta.
Achica los ojos para verme.
–Ho..hola
–dice, algo insegura–. ¿Puedo ayudarte en algo?
–Mmm… no, bueno, en realidad vi tus anteojos y creí que podría ayudarte a
llegar a cambiarlos.
–Sé
a dónde está el lugar para comprar unos nuevos, pero me choco todo en realidad
y me cuesta llegar –dice, riendo de los
nervios.
–Déjame que te ayude –propongo.
Aunque se niega al principio, termina
aceptando. La llevo hasta un lugar en donde venden cosas para la visión, no sé
por qué pero termino aconsejándole que se compre unos de contacto, esos que
tenían eran horrendos, pero no le dije esto último. La chica me hace caso y la
vendedora le trae unos con el aumento justo después de hacerle la prueba de
visión. Luego de ponérselos, ella ya puede ver bien, me mira detenidamente un momento, después se
acerca y de la nada me besa.
Estoy tan confundido que tardo un poco
en alejarme.
–¿Max?- escucho a voz de Lila y volteo
para verla. En su mirada veo mucho dolor. Está a varios metros, por eso cuando
echa a correr ya tiene ventaja ¿Por qué
siempre tienen que correr? Ella llega a la puerta antes que yo, pero
felizmente cruza la calle sin un rasguño. En cambio en cuanto pongo un pie
afuera, siento como todo gira y soy arrastrado de nuevo a la oscuridad
Vuelvo a despertar en el “Salón de los
espejos oscuros” y el anciano está aquí, para variar, su ropa es cada vez más
oscura y él se ve cada vez más viejo. Eso no puede ser buen presagio.
–No me contestaste –le digo sin más
preámbulos– ¿Quién sos?
–¿Quién crees que soy?
No de nuevo
–¿El ángel de la muerte que vino a
llevarse mi vida? –digo medio bromeando y medio en serio.
–¿Tu vida? –pregunta.
–Sí, mi vida.
–¿Y
qué es la vida?
¿Y eso a que
viene?
–Es…es eso, cuando estamos vivos. No sé.
–¿Y qué es estar vivo?
–Es cuando… bueno…nacés y… ¿Por qué me preguntás esto? –pregunto
extrañado y confundido.
–Contéstame ¿Qué es la vida?
–Es
eso que solo tenemos una vez… o… eso dicen todos. Bueno no todos…no
–Algo que solo tenemos una vez –repite
pensativo. Yo solo lo observo–. ¿Entonces, es algo valioso?
–Eso… Eso creo.
No entiendo a
qué quiere llegar
–¿Y si es tan valiosa, por qué querías
quitártela?
–Eso no importa.
–Claro que importa, el sentido de todo
esto, es que aprendás a no hacer daño a los demás ni a vos mismo.
–¿Yo?
Suspira cansado.
–También sos una persona, Max.
–Esperá ¿Yo también? Yo no le hice daño
en todas las veces que me enviaste.
¿Entonces, por qué tengo esta cicatriz en el pecho? ¿Es mía?
–Tal
vez lo sea.
–Pero no me herí en ninguna manera
–insisto tercamente.
Él arquea su ceja que está mucho más
oscura que antes, un gris fuerte. Me pongo a pensar: no me caí, no me lastimé,
no me duele nada… quizá, cuando dejé a Lila…eso sí me dolió. Pero no deje a
Lila esta vez. Cuando vi a esa chica llorando, eso también me dolió, me hizo
sentir como si fuera un insensible…como mi padre.
–¿Todo esto es por mí? Porque yo me iba
a… no tiene sentido.
O tal vez sí.
–¿Amás a Dalila?
¿Si la amo?
–Sí –digo, algo dudoso–. Creo que sí.
–¿Confíás en ella?
–Sí.
–Entonces, decile.
–¿Qué le diga que cosa?
Sé a lo que se refiere, pero no voy a hacerlo.
–Sabes
qué…contale sobre vos. Guardar el dolor no es bueno, Max.
–¿Y si no quiero hacerlo?
Él se pasa las manos por la cara en
señal de fatiga.
–Se te acaba el tiempo.
–¿Qué va a pasar si no logro hacerlo?
–Te morís –contesta sin rodeos,
dejándome petrificado.
–No…vos no podes hacerme eso.
–Claro que puedo. Además, de todas
formas, ibas a morir ¿Te acordás? Solo voy a adelantar los hechos.
–Pero…pero…Yo…
–¿Vos qué?
–Yo no quiero morir.
–Entonces, encontrá lo que estás
haciendo mal. Te quedan dos oportunidades. Aprovechalas.
Dicho es desaparece.
Después de otra casi muerte horrible,
me encuentro parado de nuevo en la puerta del Shopping.
Luego de mandarla a Sol a la fuente, La
chica nerd me choca. Esta vez la guio hasta el local y la dejo allá. La chica me
agradece y yo desaparezco antes de que se ponga afectuosa. Busco a Lila y la
encuentro sentada en el mismo lugar. Sus ojos se iluminan de la misma manera.
Esta vez no la dejo, pasamos un rato hablando. La chica nerd pasa, pero no me
ve; sin sus anteojos no puede reconocerme. En un momento veo al anciano detrás
de Lila. Me está mirando y parece que está esperando algo, su ropa es muy
oscura.
–Se te acaba el tiempo Max –susurra
y desaparece.
No lo entiendo, no hice daño a nadie.
Entonces me doy cuenta de que tengo que hacerlo. No hay nadie demasiado cerca,
así que empiezo a contarle a Lila sobre mí. Le cuento sobre cómo mi padre
engañó mi madre y nos abandonó, con deudas que él acumuló, de cómo mi madre
nunca volvió a ser la misma, de la sensación de abandono que me inundó y me
angustió tanto que decidí…suicidarme. Ella me escucha y no me interrumpe.
Cuando termino, estoy esperando que ella
se vaya corriendo, que huya de mí como las otras veces, pero no lo hace. Ella
me abraza y me dice lo mucho que me ama. La sujeto contra mí, amando la forma
en que encaja en mis brazos ¡Y pensar que había decidido dejarla! Me siento
bien, como si hubiera dejado una gran carga que venía llevando.
Lo conseguí, ya puedo irme. Le propongo
salir de allí, ella acepta gustosa, me siento bien, creo que he encontrado el
problema, pero en cuanto pongo un pie en la calle, algo me arrastra hacia
abajo.
–¡No! ¡Esperá! –grito, desesperado.
¿Qué está pasando?
Lila me mira, pero esta petrificada. Eso
es lo último que veo antes de caer de nuevo en la oscuridad total.
Despierto jadeando
¿Qué paso?, ¿Por qué estoy de nuevo acá?
–¡¿Por
qué sigo en este lugar?! –grito, estoy solo. Completamente.
El anciano no está por ningún lado.
Siento que apenas puedo respirar, no lo entiendo, debería haberme ido.
–Te falta algo, Max –dice el anciano apareciendo
frente a mí.
Está completamente de negro, su piel
esta pálida, muy pálida, sus ojos son tan oscuros, que se perderían en el
cuarto si no fuera por su piel que emite un tenue resplandor. Nada en
comparación con la luz que emitía la primera vez que lo vi.
–No lo entiendo. Debería haberme ido.
Lo conseguí, ayude a esa chica, no lastime a Lila y… lo logré. Dejame ir.
–Te voy a dejar ir cuando descubras lo
que estás haciendo mal. Solo te queda una oportunidad. Si no lo lográs, te
morís.
–¡Pero no sé qué es lo que estoy mal!
¡No tengo ni idea!
–Pensá, Max –dice y desaparece.
Pienso y pienso, pero no logro
encontrar el error. La sensación de asfixia es cada vez peor, me caigo en el
suelo, luchando por aire, y como las otras veces, cuando pienso que ya no puedo
más, aparezco en la calle al lado de mi hermana.
Tomo varias respiraciones profundas,
disfrutando del aire. Algo tan simple como el aire. Pero me siento feliz de
estar aquí, respirando bajo el sol.
–¿Max? –la voz de Sol me devuelve a la
realidad.
Luego de que la mando a la fuente, voy
con la chica nerd hasta el local, le compro los anteojos y luego desaparezco.
Voy a hablar con Lila. Me siento rápidamente a su lado, necesito ayuda y ella
puede ayudarme.
–Hola, amor –dice, saludándome.
–Hola Lila.
–¿Estás bien?
–Necesito tu ayuda, tengo un
problema…literario –añado para que no piense que estoy loco, aunque creo que en
realidad lo estoy–. ¿Qué harías si
fueras transportada una y otra vez al mismo momento, para que remendés un error
que cometiste, pero que no sabés cuál es?
–Umm… bueno, eso es raro –se ríe un
poco–. Primero repasaría mis errores e intentaría remediarlos.
–¿Pero qué pasa si ya lo hiciste y
todavía no encontraste el error que te mantiene…preso?
–Entonces repasaría todo lo que hice
desde el principio.
–Ok. Cuando llegué, ayudé a esa chica a
encontrar el lugar para comprarse los anteojos…
–¿Qué chica? –Pregunta.
Después de que le cuento el pequeño
incidente. Ella se queda pensando.
–¿Eso fue lo primero que hiciste?
–Sí, llegué aquí, mande a Sol a la
fuente y la ayudé, porque primero fui brusco con ella y remedié mi error.
Ella piensa algo un momento.
–Esperá ¿Dijiste que mandaste a Sol a
la fuente?
–Sí, quería pedir un deseo en esa
fuente que está arriba en la terraza.
–Max… clausuraron la fuente por riesgo
de derrumbe.
Sus palabras son como un golpe. Sol,
era ella.
Salimos corriendo hacia la fuente, la
herida en mi pecho comienza a doler y mi remera se humedece rápidamente. Mi
respiración se acelera cuando llego a la terraza, Sol esta parada en el borde
de la terraza.
–Sol, vení acá –le grito.
Ella me ve y cuando comienza a caminar, el
piso tiembla.
¡NO!
Todo se ralentiza por un momento, veo
su mirada de pánico cuando el piso cede bajo sus pies y comienza a caer. Me
lanzo hacia delante corriendo con toda mis fuerzas. Llego hasta el lugar, sus
gritos perforan mis oídos.
No voy a llegar
Me tiro y en el último segundo, logro
agarrarla de la campera. Pero se resbala. Se está cayendo y yo no estoy bien
afirmado. Siento unas manos en mi espalda, Lila me está llevando hacia arriba,
no sabía que tuviera la fuerza suficiente pero ayuda mucho y juntos podemos
subirla. Caigo hacia atrás con sol en mis brazos, está llorando y la abrazo más
fuerte.
–Shh, está bien, estás a salvo.
–¡Max!- grita Lila.
La veo en la distancia. Una brecha de
varios metros nos divide. ¿Cómo fue que me ayudo si…?
Cuando pienso que tal vez mi
imaginación me engaño o algo parecido, veo en la distancia a un anciano
totalmente de blanco y oigo un leve susurro:
Bien hecho
Después, tan rápido como apareció,
desaparece.
Me llevo a Sol de allí. Hay varias personas
reunidas detrás de una zona segura, que un guardia de seguridad acaba de
demarcar.
Estoy aturdido y no quiero hablar con
nadie.
Era mi hermanita. Era ella quien me
necesitaba. Ese era el error, tenía que cuidarla y la dejé sola. Podría haberla
perdido.
Al llegar a casa mi madre nos ve e
instantáneamente corre hacia nosotros, preocupada por como lucimos con la ropa
llena de tierra y la campera de sol prácticamente partida a la mitad. No ayuda
que mi pecho este empapado en sangre. Había dejado a Lila en su casa, después
de convencerla de que estaríamos bien y decirle
que luego la iría a ver. Ahora, cuando veo la expresión angustiada de mi
madre, no creo que pueda cumplir con esa promesa. Estoy castigado por el resto de mi vida, según
mi madre, pero no me importa. Ella tiene razón. Descuidé a Sol, me odio por
ello.
Luego de cenar y de tener que hablar
con algunos policías sobre lo que ocurrió,
me caigo en mi cama. Es tan reconfortante. Siento que pasaron años desde
esta mañana, o tal vez si pasaron años, no lo sé. Todo parece estar como si
solo hubiera pasado un día. Golpean la puerta y Sol aparece, corre hasta mí y
se tira en mi cama. La abrazo fuertemente.
–Perdoname –le digo–, perdóname. Te quiero mucho.
Ella sonríe y me abraza.
–Mi deseo se cumplió –dice.
Yo me pongo rígido. Me aparto un poco.
–¿Qué deseo?
–Le pedí… al ángel de la fuente que
hiciera que mi hermano...me quiera
Fue ella. ¡Dios!
De verdad amo a mi hermana. La abrazo
más fuerte que nunca. Ahora sé que gracias a ella ahora tengo
una sexta oportunidad para vivir.
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