1888
Solo
pero con mis almas en pena a cuestas, en un rincón de una mugrosa habitación y bajo la tenue luz de una vela, escribo y
descargo mi padecer.
Aquí,
con mi corazón en un perpetuo galope, espero a la negrura. Esta historia -terrible
y oscura- está maldita. Transpira crueldad, contagia maldad y si estás leyendo
esto, ya te has infectado.
Sé
que debí advertirte desde el principio el peligro que conllevaba continuar con
mi relato, lo siento, pero no pude hacerlo, y es que la negrura desea expandirse.
Ella
es mi dueña absoluta, quien guía mis pasos, en mi piel llevo su Marca. Volcanes
diminutos que erupcionan líquidos negros cubren mi cuerpo y quizás ya el tuyo.
Ahora
tú, ve. Busca estos granos de pus turbios sobre ti, hazlo, te desafío. Mírate,
yo aquí te aguardo.
¿Has
mirado? ¿No viste nada? Ja ja, iluso yo mismo era como tú, como los demás. No
tienes nada me decían, ¡¡¡y yo les creía!!! Pero la negruzca enfermedad se
presentó en mí y al fin la pude ver.
Intenté
luchar contra ella, no sucumbir ante lo oscuro pero fue en vano. Igual se
introdujo en mi alma, como lo hará en la tuya, no lo dudes. Así como cada día
el amanecer expulsa a la noche, así de cierto, la negrura será parte de ti. Yo,
pobre diablo, no pude resistirme.
¿Quieres
conocer a tu reina, saber más sobre ella? ¿Acaso piensas que así te libraras de
su majestad? Olvídalo, sabe tú que nunca cede ni retrocede, aún así trataré de
darte lo que deseas. No quiero que pienses que soy tu enemigo, todo lo
contrario, pues pronto te convertirás en mi hermano.
Mi
ama se interno en mí como una daga filosa penetra en la carne después de una
fuerte cuchillada -yo de esto sé bastante, ja ja- y yo que soy esa carne, lento
me fui pudriendo. Tal como la muerte deja un cuerpo putrefacto a merced de los
gusanos, así me consumí, me marchité, Despacio pero firme, la negrura me
esclavizó y se adueñó de mi mente.
Primero
fue un susurro que apenas viajaba por mi cerebro, pero luego se convirtió en un
grito espeluznante y desgarrador. ¿Puedes oírla? Sé que sí. Pronto esa voz
dirigirá tu miserable vida, te manipulará, te conducirá a la insania y serás
como tu humilde servidor.
La
vela está pronta a desaparecer, a mis pies solo hay sangre, todo a mi alrededor
es escarlata. Jirones de piel me recuerdan lo hecho, lo aberrante. Avergonzado
levanto la vista y la veo, allí está ella, despedazada, rota, su interior
vacío, con ojos sangrantes que ya no ven. Las otras se suman a mi fiesta de
horror, sus cadavéricos y acusadores dedos me señalan. Me creen su verdugo, ¡¡pero
no!! No lo soy.
Tan
solo fui un instrumento, mi reina me exigió sangre, sufrimiento, dolor y
muerte, y yo, un simple mortal, no pude negarme -creo que hasta llegué a
disfrutarlo-, como tampoco tú podrás.
¿Sigues
aquí? Pues claro porque en tu cerebro ya se anidó. Tú eres ella y ella eres tú,
y por eso no puedes dejarme. Deseas descubrir la verdad, obtener de mí la cura
a tanta perversidad. Debo decirte que, por desgracia, no la hay.
Pronto
tendrás hambre, serás un ser famélico, te sentarás a la mesa como es habitual,
solo que esta vez no podrás comer. Tomarás el cuchillo y el filoso acero te hipnotizará,
el mango se fusionará con tu mano y ahí, en ese preciso instante, nuestra amiga
te hará comprender. Te revelará sus planes, te reclamará su premio y tú,
indefectiblemente, habrás de obedecer, tal y como yo lo hice.
La
vela en minutos se apagará, terminará su trabajo, como yo finalicé el mío.
No
puedo más, la locura es extrema, estoy desquiciado. La negrura se acerca, es
enorme y viscosa. Me mira, sabe que soy incapaz de seguir.
El
recuerdo de mi última función corroe mis entrañas, mientras tanto, las vísceras
de mi víctima final se reparten por toda la escena, pintando un cuadro teñido
de rojo, que deja al mismísimo infierno de Dante como un cuento para niños.
Mi
ama de las tinieblas es piadosa, me consuela, “has terminado”, me dice. Me
llama, quiere liberarme y yo anhelo emanciparme de tanto sufrimiento. Sé que me
buscarán, intentaran cazarme, pero yo he de partir. Me iré con mi maligna reina.
Ella soy yo y yo soy ella, le pertenezco.
Abre
sus fauces negras, he de entrar para desaparecer para siempre. Sin embargo, mi
nombre -no el verdadero, ese ya no existe- perdurará en el tiempo, será
sinónimo de terror. Al fin y al cabo el miedo que he infundido me otorgará la
inmortalidad.
Dejaré
este escrito como legado, una entrada hacia el mal, será reproducido millones
de veces, traducido a todo idioma posible. Viajará en busca de otros como tú,
como yo.
Con
respecto a ti, sé que nos volveremos a encontrar. He de reconocerte, tenlo por
seguro. Pues ahora tú eres yo y yo soy tú. La negrura nos unirá, la sangre
derramada nos convertirá en hermanos -te lo dije-, y hasta la eternidad se escuchará de nosotros, y juntos desde el infierno
veremos la sangre correr.
Hasta
pronto camarada.
Tuyo, afectuosamente
Jack, el destripador
Gracias por publicar mi cuento!!! Es un honor para mi!!!
ResponderEliminarAplausos para el escritor!
ResponderEliminarGracias!!!!
Eliminarme encanto con razon.lo publicaron es muy bueno te felicito
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!!
EliminarMuy bueno, muy el estilo de Poe!!!
ResponderEliminarGracias sil!!!
ResponderEliminarAtrapante. Mantiene la tensión a lo largo del texto. Un final sorprendente y de calidad.
ResponderEliminarUna humilde sugerencia: utiliza el voceo en cambio del tú.
Saludos y ¡viva la literatura!