sábado, 16 de abril de 2016

"El coleccionista de ojos" de Marcia Morales Montesinos (Perú)

Marcia Morales Montesinos

Marcia Morales Montesinos es escritora peruana, Zoóloga y Literata. Tiene poemas y relatos publicados en diversos medios. Finalista en el «I Concurso de microrrelatossteampunk y otros retrofuturismos» (2015). Ha publicado el libro Noctemaeternus, Inconclusiones vertidas en noches de insomnio (2015). Tiene relatos publicados en antologías como: Inspiraciones nocturnas II, Eridiano peruano 2, Microfantasías, Antología en Homenaje a Poe, Microterrores, No voy a poder dormir esta noche, Cuentos oscuros. En “El Coleccionista de Ojos” Marcía Morales Montesinos nos sumerge en el mundo de las obsesiones compulsivas de los acumuladores, algunas caminan de la mano con la muerte.
Podés acceder al cuento y bajarlo en formato PDF también desde el siguiente enlace: https://drive.google.com/file/d/0B68bhg9qd0Hpa0MyMEpzM2p3THc/view?usp=sharing

Mira mi colección de ojos—¿No son lindos?—los tengo grandes y pequeños; verdes, azules, marrones, pardos y negros; y provenientes de todas las partes del mundo.
Todo empezó cuando la abuela me dijo:
—Aunque muera, mis ojos siempre estarán viéndote, recuérdalo.
Y nunca lo olvidé. El día de su entierro, por la noche, volví al cementerio y cogí sus ojos, los introduje en un frasco con formol, los llevé a casa y los coloqué en una repisa frente a mi cama, así la abuela siempre estaría viéndome.
A diario me pasaba horas y horas contemplando el frasco. Fue entonces que descubrí que era un coleccionista de ojos. Un par no eran suficientes, necesitaba muchos más que me observaran.
Fue cuando me decidí a salir en su búsqueda. Agarré el diario para enterarme de los fallecimientos. Por la noche iba al cementerio, después de los funerales, desenterraba los cadáveres y arrancaba sus ojos como tesoro más preciado que el oro. Así di inicio a la colección más grande de ojos que haya existido.
Sin embargo, con el pasar del tiempo me percate, que los ojos que conseguía se notaban opacos, deslucidos y sin brillo, algunos ya casi estaban al punto de la putrefacción. Los necesitaba más frescos, eso solo lo conseguiría extrayéndolos apenas la persona falleciera.
En un principio no fue nada sencillo conseguir personas recién muertas. Vivía rondando las morgues para ver si se me presentaba la oportunidad de acercarme a un cadáver recién fallecido y poder arrancarle sus preciados tesoros de las cavidades orbitarias, pero nunca se dio la ocasión.
Desesperado por conseguir material fresco, regresaba a casa, conduciendo muy distraído, pensando en la mejor solución al problema, cuando de pronto, una anciana indigente cruzó la pista y sin percatarme de ello, la atropellé aparatosamente. La anciana yacía inerte en la pista. Mi primera reacción fue tratar de pedir ayuda, pero no había nadie cerca; trate de llamar una ambulancia, pero mi celular se había quedado sin batería, ya que había estado rondando morgues desde la mañana y ya eran casi las ocho de la noche. Fue entonces cuando un haz de luz pasó por mi mente y una sonrisa se dibujó en mi rostro, corrí hasta el cuerpo de la anciana, lo metí rápidamente a la cajuela de mi auto y conduje sin aliento hasta casa.
Saqué el cuerpo de la cajuela y lo llevé a mi habitación, no pasaba otra cosa por mi mente más que arrancar los ocelos de ese cuerpo viejo. Fui a la cocina y seleccione un par de cuchillos, los más afilados y puntiagudos, volví a la habitación, realicé el procedimiento debido y al final, por fin, obtuve un par de ojos frescos, los cuales coloque cuidadosamente en un frasco especial que ya tenía desde hace varios días, esperando ser llenado. Este era el inicio de una nueva etapa en mi afición coleccionística.
A partir de ese día, acostumbraba deambular, con el auto —de preferencia por las madrugadas y por lugares poco concurridos— buscando indigentes o locos que atropellar o en el peor de los casos perseguir y golpear con un bate de beisbol que llevaba en el asiento trasero, y así obtener el preciado tesoro ocular.
Una madrugada, se cruzó en mi camino un extraño hombre, alto, delgado, pálido y de aspecto ido —Los próximos ojos de mi colección —pensé, y traté de atropellarlo pero este esquivó el auto, no hubo otro remedio que bajarme con el bate, pero mientras me acercaba a él, sacó un revolver del bolsillo derecho y me disparó, después de aquello, todo se volvió oscuro.
Al despertar me descubrí en una habitación llena de estanterías con frascos que contenían cerebros humanos, al comienzo me sentí muy confundido pero luego empecé a entenderlo todo, este sujeto era un coleccionista de cerebros, y el mío era la próxima pieza de su colección, era por eso que no me había disparado en la cabeza, para conservar la integridad de mi materia gris.
De pronto sentí ruidos que provenían de la habitación contigua, sin duda, el sujeto que me disparó, volvía para arrebatarme mi preciado encéfalo. Debía hacer algo y rápido, porque sino me convertiría en la próxima pieza de su colección. Agarré la única silla que había, me coloqué al costado de la entrada y cuando ingresaba lo golpeé en la cabeza con todas mis fuerzas, quedó tirado en el suelo inconsciente, aproveché para sacar la pistola de su chaqueta y le disparé varias veces. Cuando estuve seguro de que estaba muerto, decidí observar más detalladamente la colección de cerebros, eran realmente hermosos, quedé un buen rato extasiado viéndolos, luego fui a dar un pequeño recorrido por el resto de la casa. Lo que vi, me dejó estupefacto, cada habitación de la residencia estaba destinada a albergar una colección específica; pulmones, orejas, riñones, corazones, narices, manos, páncreas y, cómo no, tenía una colección de ojos y era mucho más grande y variada que la mía.
Al hurgar entre sus documentos, me enteré de que vivía solo y que no tenía familia en el país, ya que había llegado a Lima, desde Rumania, diez años atrás, y al parecer se había establecido acá permanentemente. Una vez enterado de todo esto, fui a buscar mi auto y durante la semana siguiente trasladé mi colección a la casona de Emmeran Moldovan, así es como se llamaba, no me gusta mucho su nombre pero ya me iré acostumbrando.



Marcia Morales Montesinos (Lima, 1984).

1 comentario:

  1. Excelente texto. Al empezar la lectura tenía un título, sobre el argumento ni idea tenía, al concluir la lectura encuentro genial su planteamiento y desenlace.

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