lunes, 27 de julio de 2020

"1888" Por Patricio Scarfo


Patricio Scarfo nació en Quilmes. Es empleado gastronómico. Tiene una familia ensamblada que se compone de su esposa Patricia y de sus hijos Agustín, Sofía y una hija del corazón: Luciana. Creció leyendo a Edgar Allan Poe y siente una particular devoción por Agatha Christie. Su anhelo es que la gente se pueda entretener leyendo sus cuentos.


1888

Solo pero con mis almas en pena a cuestas, en un rincón de una mugrosa habitación y  bajo la tenue luz de una vela, escribo y descargo mi padecer.

Aquí, con mi corazón en un perpetuo galope, espero a la negrura. Esta historia -terrible y oscura- está maldita. Transpira crueldad, contagia maldad y si estás leyendo esto, ya te has infectado.

Sé que debí advertirte desde el principio el peligro que conllevaba continuar con mi relato, lo siento, pero no pude hacerlo, y es que la negrura desea expandirse.

Ella es mi dueña absoluta, quien guía mis pasos, en mi piel llevo su Marca. Volcanes diminutos que erupcionan líquidos negros cubren mi cuerpo y quizás ya el tuyo.

Ahora tú, ve. Busca estos granos de pus turbios sobre ti, hazlo, te desafío. Mírate, yo aquí te aguardo.

¿Has mirado? ¿No viste nada? Ja ja, iluso yo mismo era como tú, como los demás. No tienes nada me decían, ¡¡¡y yo les creía!!! Pero la negruzca enfermedad se presentó en mí y al fin la pude ver.

Intenté luchar contra ella, no sucumbir ante lo oscuro pero fue en vano. Igual se introdujo en mi alma, como lo hará en la tuya, no lo dudes. Así como cada día el amanecer expulsa a la noche, así de cierto, la negrura será parte de ti. Yo, pobre diablo, no pude resistirme.

¿Quieres conocer a tu reina, saber más sobre ella? ¿Acaso piensas que así te libraras de su majestad? Olvídalo, sabe tú que nunca cede ni retrocede, aún así trataré de darte lo que deseas. No quiero que pienses que soy tu enemigo, todo lo contrario, pues pronto te convertirás en mi hermano.

Mi ama se interno en mí como una daga filosa penetra en la carne después de una fuerte cuchillada -yo de esto sé bastante, ja ja- y yo que soy esa carne, lento me fui pudriendo. Tal como la muerte deja un cuerpo putrefacto a merced de los gusanos, así me consumí, me marchité, Despacio pero firme, la negrura me esclavizó y se adueñó de mi mente.

Primero fue un susurro que apenas viajaba por mi cerebro, pero luego se convirtió en un grito espeluznante y desgarrador. ¿Puedes oírla? Sé que sí. Pronto esa voz dirigirá tu miserable vida, te manipulará, te conducirá a la insania y serás como tu humilde servidor.

La vela está pronta a desaparecer, a mis pies solo hay sangre, todo a mi alrededor es escarlata. Jirones de piel me recuerdan lo hecho, lo aberrante. Avergonzado levanto la vista y la veo, allí está ella, despedazada, rota, su interior vacío, con ojos sangrantes que ya no ven. Las otras se suman a mi fiesta de horror, sus cadavéricos y acusadores dedos me señalan. Me creen su verdugo, ¡¡pero no!! No lo soy.

Tan solo fui un instrumento, mi reina me exigió sangre, sufrimiento, dolor y muerte, y yo, un simple mortal, no pude negarme -creo que hasta llegué a disfrutarlo-, como tampoco tú podrás.

¿Sigues aquí? Pues claro porque en tu cerebro ya se anidó. Tú eres ella y ella eres tú, y por eso no puedes dejarme. Deseas descubrir la verdad, obtener de mí la cura a tanta perversidad. Debo decirte que, por desgracia, no la hay.

Pronto tendrás hambre, serás un ser famélico, te sentarás a la mesa como es habitual, solo que esta vez no podrás comer. Tomarás el cuchillo y el filoso acero te hipnotizará, el mango se fusionará con tu mano y ahí, en ese preciso instante, nuestra amiga te hará comprender. Te revelará sus planes, te reclamará su premio y tú, indefectiblemente, habrás de obedecer, tal y como yo lo hice.

La vela en minutos se apagará, terminará su trabajo, como yo finalicé el mío.

No puedo más, la locura es extrema, estoy desquiciado. La negrura se acerca, es enorme y viscosa. Me mira, sabe que soy incapaz de seguir.

El recuerdo de mi última función corroe mis entrañas, mientras tanto, las vísceras de mi víctima final se reparten por toda la escena, pintando un cuadro teñido de rojo, que deja al mismísimo infierno de Dante como un cuento para niños.

Mi ama de las tinieblas es piadosa, me consuela, “has terminado”, me dice. Me llama, quiere liberarme y yo anhelo emanciparme de tanto sufrimiento. Sé que me buscarán, intentaran cazarme, pero yo he de partir. Me iré con mi maligna reina. Ella soy yo y yo soy ella, le pertenezco.

Abre sus fauces negras, he de entrar para desaparecer para siempre. Sin embargo, mi nombre -no el verdadero, ese ya no existe- perdurará en el tiempo, será sinónimo de terror. Al fin y al cabo el miedo que he infundido me otorgará la inmortalidad.

Dejaré este escrito como legado, una entrada hacia el mal, será reproducido millones de veces, traducido a todo idioma posible. Viajará en busca de otros como tú, como yo.

Con respecto a ti, sé que nos volveremos a encontrar. He de reconocerte, tenlo por seguro. Pues ahora tú eres yo y yo soy tú. La negrura nos unirá, la sangre derramada nos convertirá en hermanos -te lo dije-, y hasta la  eternidad se  escuchará de nosotros, y juntos desde el infierno veremos la sangre correr.

Hasta pronto camarada.

 

Tuyo, afectuosamente

 

Jack, el destripador